Monday, May 10, 2010

La imagen más intensa que siempre conserve de aquel domingo indeseable fue la del viejo Ponicio Vicario sentado sentado solo en un taburete en el centro del patio. Lo habían puesto ahí pensando que quizás que era el sitio de honor, y los invitados tropezaban con el, lo confundían con otro, lo cambiaban de lugar para que no estorbara, y el movía la cabeza nevada hacia todos lados con una expresión errática de ciego demasiado reciente, contestando preguntas que no eran para el y respondiendo saludos fugaces que nadie le hacia feliz en su cerco de olvido...
Gabriel Garcia Marquez.
Fragmento de : Crónica de una Muerte Anunciada.

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